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A raíz de una invitación como fotógrafa oficial de la boda de un amigo muy querido, llegué a viajar al sur de Chile, a la X Región de los Lagos, más precisamente a Frutillar – pueblo de origen de la novia, hija de un descendiente de colonos alemanes y austriacos y una chilena del norte.
Frutillar (de frutilla, como llaman los chilenos a la fresa) está en la orilla occidental del Lago Llanquihue, el segundo lago más grande de Chile – con el cono perfecto y siempre cubierto de nieve del Volcán Osorno que domina el horizonte opuesto, en medio de campos y pastizales impecables y fragmentos de bosques siempre verdes que podría considerarse el paisaje arquetípico del Distrito de los Lagos.
Cuando el Lago Llanquihue fue ‘redescubierto’ en 1842 por Bernardo Philippi – un científico alemán y agente de la colonización alemana – tupidos y muy antiguos bosques de alerce cubrían la orilla alrededor de todo el lago.
Entre 1852 y 1856, los colonos talaron y quemaron los bosques, con la obstinada persistencia germánica que, me imagino, caracterizaba a aquellos hombres y mujeres que venían huyendo de las consecuencias de la Revolución Alemana de 1948-1949, y que se dedicaron a exportar madera e importar provisiones de un lado a otro del lago, mientras iban fundando pueblos y ciudades como Puerto Varas, Puerto Octay, Llanquihue y Frutillar alrededor de los embarcaderos estratégicamente situados. (Ver enlaces al final de este post)
Hoy, la arquitectura de estos pueblos sigue reflejando las raíces alemano-austriacas de sus fundadores, siendo Frutillar el más clásico de los asentamientos en el lago. Las casas están todas hechas de madera con techos de dos aguas y recubiertas con Schindeln (láminas de madera), algunas hasta construidas sobre estacas, a la manera de palafitos, pues en esta zona llueve muchísimo – todo lo cual me hizo recordar, desde luego, el caso de Oxapampa y Pozuzo en el Perú.
El pueblo se divide en Frutillar Alto y Frutillar Bajo. Frutillar Bajo, a orillas del lago, es el sector ficho, por decirlo de algún modo, lugar de gran atracción turística, con sus casas y jardines bien acicalados y cuidaditos. Mientras que la parte alta que fue originalmente la estación y el depósito del ferrocarril, luce más como un pueblo del lejano oeste, un tanto venido a menos y dado al abandono y que, por ello mismo, atrajo desde el principio e irremediablemente el lente de la coneja.
Enlaces:
Wikipedia
Nuevo Mundo
Biblioteca Fundamentos
Colonización de Llanquihue
Ruta de colonización Lago Llanquihue
No quiero aquí echar leña a la inacabable discusión de que si la fotografía en blanco y negro es superior a la de color. Ambas tienen sus razones de ser y sus pros y sus contras – y ciertamente hay cualquier cantidad de fotos que lucen mejor de la una u otra manera, o de ambas, pero con diferentes atmósferas y expresiones. Lo cierto es que el blanco y negro es el reino de los matices y de los contrastes y, por ello, un arte que se acerca mucho más a lo conceptual que su réplica en color. Nadie dudará del poder intemporal e irresistible que ejercen las grandes fotografías en blanco y negro en el espectador.
Lamentablemente, desde que me he vuelto digital, he dejado el blanco y negro casi por completo de lado a favor del color. Y eso que cuando empecé a tomar fotos hace unos 12 años, e instalé para ello un rudimentario laboratorio en mi baño, era hincha de la película tri-x. Y cuando hoy miro esas fotos reveladas en papel Ilford me entra una nostalgia indecible. Seguramente la fotografía en blanco y negro es de por sí el arte de la nostalgia, y también el ámbito exclusivo de la ortodoxa fotografía documentalista que en algún momento llegué a repudiar.
Ahora, re-descubriendo como jugando el blanco y negro, me doy cuenta de que sigue siendo un mundo incomparable e infinito y me entran unas ganas locas de volver a experimentar con esta simple y, a la vez, sofisticada disciplina. Aquí van los primeros resultados.
Críticas son bienvenidas.
«Las fotografías en blanco y negro plasman la magia del pensamiento teórico, puesto que transforman el discurso lineal de la teoría en superficies. Es en esto que radica su particular belleza, que es la belleza del universo conceptual. Por ello, muchos fotógrafos prefieren también la fotografía en blanco y negro antes que la de color, porque revela con más claridad el significado actual de la fotografía, es dcir, del mundo de los conceptos.»
Vilem Flusser