Pueblo es el título de la última serie de Llorenç Rosanes. Y no podría ser más breve y contundente: Pueblo – en este caso Alcarrás, pero podría ser cualquier pueblo – es el sujeto y el objeto de su fotografía. Llorenç deambula con su cámara por el pueblo como un pueblerino, es decir, como alguien que ha vivido allí desde su infancia y, a la vez, como un total extraño, infinitamente extrañado con los signos de los cambios irrefrenables (y últimamente drásticos) a los que su pueblo se ve sometido. Dice:
Pueblo es el paisaje donde vivo. Alcarràs fue el pueblo que dentro de la Comunidad Autonómica Catalana más crecimiento experimentó durante el año 2008. Crecimiento económico y crecimiento demográfico. Más incluso que los pequeños pueblos o grandes ciudades de la costa Mediterránea. Más que Barcelona. Más que toda Catalunya. Hablo de índices.
Pueblo es una amalgama de construcciones acabadas y feas y construcciones que se quedaron en el olvido cuando pinchó el globo de la construcción. Pueblo son los recuerdos de mi infancia. Los rincones bonitos y los absurdos, los que desaparecen cada vez que llega una retroexcavadora para levantar otro edificio. Es un paseo por las curiosidades que me encuentro.
Ya era hora de que dedique un post a mi entrañable amigo cibernético y compañero de aventuras fotográficas Llorenç Rosanes. Es, en verdad, extraño que no lo haya hecho antes. Y será precisamente por ello que no me he lanzado hasta ahora, porque Llorenç es un “peso pesado”, o sea “cosa seria” es. Aunque esto tampoco es verdad. Llorenç no es pesado y mucho menos serio. Y esa actitud adusta, podríamos decir, esta actitud sin actitudes, se debe más bien a su ser insobornable, sea en el ámbito que fuere, cosa que irrita a muchos y atrae ambiguamente a otros. Y algunos (que no son pocos) se envician sin remedio con sus fotos y afirman de que tienen que vérselas con un ojo genial.
En su nota biográfica en 15×100 dice:
Diré sobre mi mismo: nací el 4 de setiembre, 1974 en Lleida. Trabajos: podador de árboles frutales, recolector de frutas dulces, conductor de tractor de granja, dibujante de cartoons, diseñador gráfico e incansable fotógrafo. Exposiciones: algunas. Se han atendido talleres y seminaries: unos pocos fueron buenos, ninguno fue útil. Educación: suficiente.
Llorenç es, quién lo duda, catalán. “El catalanet di torn”, el catalán de turno, como él mismo se llama. Ja ja. Ahora, decir catalán no es todavía lo suficientemente preciso. Correspondiendo con él, he aprendido que Catalunya consiste de muchas catalunyas, tantas como las hay comarcas. Y entre ellos se señalan y se burlan de sus singularidades y desafían sus niveles de tolerancia. Y menciono esto porque Llorenç es un vivo ejemplo de la singularidad. Vive con su esposa Laura en un pueblo llamado Alcarrás, como hemos visto, municipio de la comarca del Segriá, en la provincia de Lérida, tal como se puede leer en la entrada correspondiente en Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Alcarràs
Llorenç y su esposa Laura (aunque posiblemente ella tenga otra ocupación) se mantienen con el cultivo de manzanos. Y marchan todas las mañanas al campo, excepto cuando el tiempo no lo permite. Cómo hace para al lado producir esa fenomenal obra fotográfica (que se centra en la fotografía análoga, o sea es todo un proceso manual), y hacer sus dibujos y diseños, es un misterio.
Llorenç fotografía esos signos de transición, transformación y transtorno que surgen por todos lados como especies de hongos absurdos o malignos, ora sutiles, ora chillantes y elige un encuadre que los relaciona de tal manera con los elementos dados que nos saca de casillas. Al menos me pasa a mí. Es un placer sin igual descubrir cada día las fotos que ha colgado en JPG Magazine. Cada una de sus fotos es sorprendente, muestra un ángulo inesperado, una conjunción de elementos nunca antes vista, en la incisiva luz que caracterizan la mayoría de sus imagines, aunque no se espanta de la famosa luz lechosa de los días cubiertos, y logra sonsacarle a la grisura general una infinita gama de grises que son una suave delicia visual. El cuidado que Llorenç pone en cada foto salta a la vista.
La vida del pueblo transcurre en la calle principal, la calle con más comercios y con todas las entidades bancarias. La vida transcurre dentro del supermercado y en la escuela o en el pabellón deportivo. Pero el resto de calles casi siempre estan vacías, o bien con 1 o 2 transeúntes.
Ahora se suma que el pueblo se ha expandido, se ha comido parte de la huerta, con edificios y chalets, y muchos de ellos estan deshabitados. ¿Porqué? Por que pinchó el globo económico. Porque los bancos no dan créditos y porque ahora la gente tiene miedo de pillarse los dedos con algo impagable.
O sea que intento fotografiar eso. El vacío. El pueblo. Pero es el vacío.
Intento buscar rincones donde antes pasaba la tarde haciendo cabañas y encuentro hormigón por todos lados.
Si fotografío campo, es porque estoy en él. Cada vez más alejado del núcleo, cuando antes el límite del pueblo con el campo estaba a lo mucho a 300 metros.
La verdad es que no tengo filosofadas detrás de mis fotos. Nogué podría hacerlo muy bien, yo no sé tanto, ni de lejos.
«¿Porqué no sale gente en tus fotos? ¿Por qué tus fotos están desprovistas de pueblerinos?» le pregunté cuando me enfrenté a la difícil tarea de seleccionar las fotos que aquí presento. Su respuesta fue:
Porque, a pesar de que el pueblo en solo dos años pasó de 4.500 a 8.000 habitantes, la gente, tengo la sensación, se esconde. De hecho, uno de los recuerdos de cuando era pequeño… salía después de comer, sobre las tres, o las cuatro de la tarde, un día cualquiera, festivo o laboral, y las calles estaban vacías. En cambio, cuando pasaba por debajo de una ventana, oía como se movía la persiana, miraba y allí estaba la madre, la hija o la abuela… espiando.
Yo antes salía y conocía a toda la gente del pueblo y ellos me conocían a mí. Yo era el Llorenç de Cal Segle, o de Ca la Laia, y conocía a la mayoría de gente por el nombre o malnombre de su casa. El Pendó, el Collona, el Felipa, el Serra, el Botiguer, el Farreres, etc…. Ahora, salgo y aunque veo gente conocida, de los que recuerdo el nombre e incluso el domicilio, la mayoría de los que veo son forasteros. Para mí, son forasteros, aunque evidentemente, viven en el pueblo. Digamos que son recién llegados, pero para mí no son de aquí. Quizá lo seran sus hijos, pero ellos no…
Para fotografiar gente, uno debe tener un día especial. Debe estar preparado para cualquier reacción y debe ser cortés, amable, positivo. Eso no se tiene cada día. Por otro lado, cuando la gente ve una cámara, huye. No sé, pregúntale a la gente.
Para acabar, y con todo esto espero que puedas sacar algo útil, yo siempre fotografio con angulares o gran angulares. Y eso implica un acercamiento extra a las personas. No uso un 50mm desde el año 1995. El objetivo menos angular que tengo es un 35mm. Si no me acerco a las personas, queda tamaño minúsculo. Y como decía antes, para acercarme debo estudiar a la persona y saber si estará dispuesta a colaborar, sin molestarse, y, debo estar positivo y se me debe notar, mis poros deben sudar buen rollo, porque la gente nota tu estado y si no es bueno, mejor ni intentarlo.
Termino sabiendo que no he dicho ni la mitad de lo que podría todavía decir sobre este solitario de la fotografía, pero no quiero abrumar a nadie. Que cada uno haga sus propios descubrimientos, contemplando sus magníficas fotos.
Nota: Llorenç tiene también excelentes fotos a color. Pero como anda depurando sus galerías on line, no puedo enlazar con ejemplos. Llorenç no es de los que se desparraman por la world wide web. Su perfil bajo, manteniéndose alejado de pasarelas y disfuerzos, su puntual presencia aquí y allá, desprovista de la urgencia, por no decir, desesperación de ser reconocido (y adorado, que caracteriza nuestra era facebook), sólo añaden a su atractivo.
Pueden verse más fotos de Llorenç en
http://15×100.com/member.php?member=34 y en JPG Magazine